Hoy sentí un sacudón al escuchar una historia de mi compañera de Pilates narrando su vieja relación con su profesor de danzas que le recordaba en cada clase que asistía porque ella perdía su tiempo en intentar ser bailarina. Recordé en ese instante, la frase que una ex profesora me había dicho cuando estuve en mis prácticas profesionales cerca de graduarme:
–Lencina, vos pensás? -. A veces me lo acuerdo.
Seguro te preguntarás:
–¿Qué tendrá que ver la danza con los idiomas? –
Yo te diría que TODO!
Desde mi humilde opinión, la relación entre un profesor y un alumno tienen cuatro factores comunes a toda relación humana: la confianza construida, el afecto, el interés promulgado y la esperanza mutua de llegar hacia una meta deseada.
A medida que vamos creciendo, en paralelo lo hacen las inseguridades propias tales como:
– ¿Estaré aún a tiempo de aprender/hacer tal o cual cosa? –
El aprendizaje de un idioma no es la excepción. Te diría que es en ese momento que nuestro rol se torna protagónico. ¿Te preguntaste alguna vez porque muchas personas entran a nuestras clases diciendo…?:
–¡Inglés/Alemán/Japonés/etc es mi materia pendiente de siempre!–
–¡Estoy grande para hacerlo!–
Como profesor, te propongo que la próxima vez que entres a tu clase o tengas algún alumno nuevo le prestes mucha atención a su discurso porque quizás algo de eso pendiente tiene que ver con nosotros (los profesores), los mensajes verbales que damos y como entregamos nuestra tarea diaria.
Si en algún momento te encontrás a vos mismo/a con un discurso mental parecido a…
Juan es mejor que Pedro…
Espero que no seas como tu hermano el año pasado…
No aprende más…
Entre tantos otros, frená, cambiá tu paradigma y contá una historia diferente; siempre tuve la certeza y la tengo de que todos absolutamente todos merecemos la oportunidad de aprender e intentar algo nuevo sin importar la edad. Todos nos destacamos en algo. Por eso creo que mostrarles confianza de que pueden hacerlo lo es todo.
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